Fotografía: cortesía
Rosa Carolina García Ramírez, licenciada en Fisioterapia por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), en el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de mama, explica aspectos de suma importancia sobre el tratamiento fisioterapéutico oncológico.
Todo paciente que haya recibido diagnóstico de cáncer, independientemente de su tipo, puede iniciar un proceso de fisioterapia oncológica, desde la etapa diagnóstica, durante el proceso o al término del mismo. Específicamente, en las mujeres con cáncer de mama, es viable recibir terapia física a partir de que la fémina ha sido enterada acerca de su padecimiento, con el firme objetivo de preparar el organismo para futuros tratamientos, ya que la intervención temprana y continua resulta útil en la prevención de secuelas, acelera la recuperación funcional y mejora el nivel de vida .
Debe ser considerado en todo momento el enfoque interdisciplinario con el equipo médico, precisó la fisioterapeuta, quien aclaró que contar con una referencia médica se torna indispensable para solicitar consulta en fisioterapia, dependiendo del país, la institución o estado del tratamiento. Habitualmente, si la mujer se encuentra en hospital o servicio público, es necesario cubrir el requisito antes mencionado, para verificar que no existan contraindicaciones médicas (metástasis ósea, trombosis, infección, etc.), a su vez, en clínicas privadas es factible que la persona atendida sea recibida directamente por el fisioterapeuta, profesional que con estricto apego a la ética; solicitará autorización médica si observa signos de alarma.
La rehabilitación en cáncer de mama es un proceso integral que busca restaurar la función, prevenir complicaciones; y, como se mencionó previamente, mejorar el nivel de vida a lo largo y después del tratamiento oncológico. Incluye la valoración funcional completa, el abordaje del dolor, la movilidad del hombro y la cicatriz, además de la prevención y manejo del linfedema; destacó la experta, al hacer notar que, la terapia siempre es individualizada, teniendo en cuenta el tipo de cirugía, edad, los procedimientos recibidos (quimioterapia, radioterapia, reconstrucción mamaria) y el momento clínico de la paciente.
El ejercicio terapéutico progresivo en la recuperación de fuerza y movilidad; el drenaje linfático manual (aunque no tiene certeza absoluta en la disminución del volumen, es una estrategia idónea para la sintomatología que podría experimentar la paciente) y, la correspondiente educación en su autocuidado. Así como la terapia manual y técnicas miofasciales, a fin de mejorar la movilidad de tejidos; la terapia respiratoria que optimiza la función torácica, mientras previene adherencias; y, la prescripción individualizada de mangas compresivas, integran algunas técnicas con evidencia científica.
El método curativo aborda el componente físico, pero involucra el acompañamiento emocional requerido en el lapso de readaptación corporal, con la intención de ayudarla a recuperar confianza y bienestar. Bajo esta tesitura, García Ramírez, explicó que, la terapia física consigue intervenir en gran medida sobre los efectos secundarios, permítase la redundancia, físicos, surgidos tras la cirugía, la radioterapia o la quimioterapia.
Existen complicaciones frecuentes, hay la posibilidad de que aparezca el dolor postoperatorio o neuropático, a causa de una lesión nerviosa o tensión miofascial; uno de los inconvenientes más conocidos y comunes es el linfedema, que hace notar el papel fundamental de la terapia descongestiva compleja (drenaje linfático manual, vendaje multicapa, ejercicio aeróbico y fuerza, cuidado de la piel; y, la educación a la paciente). Las alteraciones posturales y el desequilibrio muscular, llegan a aparecer especialmente cuando ha sido realizada una mastectomía o reconstrucción mamaria. Entretanto, la fatiga y pérdida de masa muscular o densidad ósea, constituye una adversidad común, presentada en el transcurso y después de los tratamientos oncológicos, atendida con ejercicio terapéutico y reentrenamiento físico adaptado. De la misma manera, es probable el surgimiento de rigidez torácica y respiratoria, si ocurre así, las técnicas de expansión costal y reeducación respiratoria, obtienen mejorías. También es probable la limitación de movilidad en hombro y brazo, ocasionada por fibrosis, adherencias o retracción de la cicatriz.
En esta misma línea, afirmó que nunca es demasiado tarde para dar comienzo con la recuperación. Si bien, es pertinente empezar a partir de etapas tempranas, incluso antes o inmediatamente después de la cirugía. Carolina García, señaló que las mujeres, una vez concluidos sus tratamientos, obtienen beneficios significativos si se apegan a un programa de rehabilitación física, sin importar cuánto tiempo haya pasado. En muchos casos, las secuelas aparecen de forma progresiva, razón por la cual, adquiere una mayor trascendencia la evaluación fisioterapéutica oportuna, dado que ayuda a evitar que se agraven.
Lo más importante es realizar una valoración individual, que considere el historial oncológico y las condiciones actuales, destaca Rosa Carolina, quien hace resaltar a sus pacientes que, la fisioterapia no tiene una “fecha de caducidad”; dado que, con un manejo adecuado y seguro es viable motivar el progreso en la función del cuerpo y plenitud de vida. Bajo esta tesitura, añadió que al iniciar de forma apropiada y supervisada el régimen fisioterapéutico, resulta viable disminuir significativamente los riesgos citados a continuación:
-Linfedema: el cual, requiere la enseñanza de medidas preventivas, ejercicios de bombeo, autocuidado y estrategias, a fin de optimizar el retorno venoso y linfático.
-Pérdida de movilidad y rigidez articular: el movimiento guiado desde etapas tempranas, frena retracciones capsulares y adherencias cicatriciales.
-Dolor crónico o postural: aunque es una incomodidad muy común, gracias a la terapia manual, reeducación postural y fortalecimiento, se impide la sobrecarga muscular compensatoria.
-Alteraciones respiratorias y posturales: la fisioterapia torácica y los ejercicios de expansión, ayudan a mantener la función pulmonar y la simetría corporal.
-Fatiga oncológica y pérdida de masa muscular: el ejercicio terapéutico progresivo disminuye el cansancio, aumenta la tolerancia al esfuerzo y contribuye al bienestar general.
Además de contribuir a la prevención de situaciones adversas, frecuentemente originadas después de los tratamientos oncológicos, como son la dependencia funcional y el aislamiento social; la fisioterapia promueve una recuperación integral y segura.
Por otra parte, el tipo de ejercicio dependerá de la fase del proceso y las condiciones de cada persona tratada. Por ejemplo, si la paciente ha sido sometida a una mastectomía radical, es de vital importancia profundizar en el cuidado los primeros días posoperatorios, derivado de lo anterior, debe evitarse el movimiento del brazo superior a 45 grados. Sin embargo, existen otros ejercicios útiles desde el día después de la cirugía, entre ellos se ubican los ejercicios de movilidad y estiramiento suave, con la finalidad de recuperar la flexibilidad del hombro, cuello y tronco; e, imposibilitar adherencias y regenerar la postura.
Una vez recibida el alta hospitalaria, se está en tiempo de llevar a cabo, tanto ejercicios de movilidad como de fuerza gradual, utilizando bandas elásticas, pesas livianas o el propio peso corporal; y así, fortalecer los músculos del brazo, la espalda y tronco. Asimismo, el ejercicio aeróbico adaptado, como caminar, nadar o usar bicicleta estática, ayuda a reducir la fatiga, incrementar la función cardiovascular y el estado de ánimo. También es conveniente incluir ejercicios respiratorios y posturales.
Es de vital relevancia tener precaución con movimientos bruscos o de alta carga en la extremidad delicada, actividades que provoquen dolor, inflamación o sensación de pesadez en el brazo. Normalmente la paciente aprenderá a conocer su extremidad y a familiarizarse con la sintomatología. Bajo ninguna circunstancia podrán hacerse ejercicios intensos sin supervisión, especialmente en quienes tengan riesgo o presencia de linfedema.
Acerca de la amplitud completa de movimiento, especificó que normalmente se ejecuta en 3 períodos:
1.-Fase inicial: control del dolor y edema, movilización pasiva y ejercicios respiratorios.
2.-Fase intermedia: movilidad activa asistida y progresión del rango articular.
3.- Fase avanzada: fortalecimiento, integración funcional y reeducación postural.
Sobre el entrenamiento de fuerza y las actividades físicas, precisó que pueden empezarse de manera segura en etapas tempranas, siempre que la persona haya sido valorada previamente por el fisioterapeuta y cuente con la autorización del equipo médico. En la mayoría de los casos, se permite dar principio con movimientos suaves y ejercicios de bajo impacto a los pocos días de la cirugía, una vez que las heridas han cicatrizado satisfactoriamente; y, no hay signos de infección o complicaciones. El entrenamiento de fuerza debe respetar la tolerancia y el estadio clínico de la paciente; e, introducirse de forma progresiva con ejercicios de movilidad y activación muscular ligera sin carga; posteriormente, se emplean bandas elásticas o resistencias leves, centrando el trabajo en la técnica y la simetría del movimiento, así como la conciencia corporal; una vez alcanzado el progreso suficiente, arranca el quehacer con ejercicios de mayor resistencia o peso, según el objetivo funcional y el control del linfedema o la cicatriz.
A fin de incrementar gradualmente la actividad física, García Ramírez, recomienda escuchar el cuerpo, detenerse ante dolor, fatiga excesiva o presencia de inflamación; y, aumentar la intensidad de manera lenta y controlada, priorizando la frecuencia sobre la carga (por ejemplo, pasar de 2 a 3 sesiones por semana antes de añadir peso). Acostumbra combinar ejercicio de fuerza, aeróbico y flexibilidad, lo que potencia beneficios sobre el sistema inmunológico, cardiovascular y emocional, del mismo modo, ayuda a que su paciente genere apego a la terapia y no caiga en la monotonía.
En otro punto, hizo notar que, actualmente hay evidencia científica sobre la pre-rehabilitación, y su utilidad con el propósito de alistar a la mujer, tanto física como mentalmente rumbo a la cirugía y los tratamientos, progresando su capacidad funcional, fuerza y resistencia. Lo cual, permite aminorar dificultades postoperatorias y facilitar una recuperación más rápida.
Durante la terapia oncológica (quimio/radio/adjuntos), se conserva la movilidad, controla fatiga y dolor, mientras es incorporado el ejercicio con el fin de preservar masa muscular y función, igualmente, existe evidencia objetiva, que permite afirmar cómo el ejercicio de fuerza prescrito idóneamente, contribuye a que todos los procedimientos (quimios /radioterapia) tengan mayor afinidad con el tumor. En este punto, es imperante el trabajo coordinado con el equipo oncológico. Después son corregidas limitaciones del rango articular, fuerza, postura y control de linfedema; la paciente se reintegra a las actividades cotidianas, incrementa la participación social y emocional. En definitiva, el objetivo principal consiste en restaurar y asegurar la función (movilidad, fuerza, capacidad aeróbica y autonomía); y, a la vez, precaver complicaciones.
Para finalizar su intervención, acentuó que “la fisioterapia no es un lujo ni una opción secundaria: es parte integral del tratamiento oncológico, es importante preparar el cuerpo antes cómo si fuera una armadura de un caballero listo para su batalla, cuidarlo durante y recuperarlo después, puede disminuir complicaciones y devolver la autonomía. Así, acompañamos no solo la curación, sino la calidad de vida.”
2 Comentarios. Dejar nuevo
Qué valiosa publicación. La fisioterapia oncológica es un campo que no solo ayuda a recuperar el movimiento, sino también la esperanza . También reconocemos y estar al pendiente de cualquier cambio en nuestro cuerpo.
Gracias por ver la importancia de acompañar con sensibilidad y conocimiento cada etapa del proceso de sanación.
Muy importante , detallada e indispensable información, gracias todos, gracias!