TYOS KUJU’Y HONRA EL DÍA DE MUERTOS, EN LA FONOTECA NACIONAL

Gobierno

 

  • Joan Cruz, fundador del colectivo, explicó al público la riqueza musical de los rituales funerarios de la zona ayuuk (mixe) oaxaqueña
  • El concierto fue un acto de respeto y documentación viva sobre la muerte desde una perspectiva originaria y enraizada
La Fonoteca Nacional, institución de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, convirtió la noche del viernes 31 de octubre de 2025 en un ritual musical para honrar a los difuntos y celebrar las tradiciones sonoras de la zona mixe baja de Oaxaca, a través de una sesión de escucha y concierto del colectivo Tyos Kuju’y.
Con un profundo espíritu ritual, a propósito de los festejos del Día de Muertos que se realizan a lo largo de todo el país, el recital introdujo al público en la tradición fúnebre de la jarana mixe baja de San Juan Guichicovi, así como en su testimonio sonoro del duelo, el respeto y la memoria ayuuk.
No fue solo una muestra musical, también de una cátedra para reconocer la riqueza de una práctica que se encuentra en riesgo de desaparecer. Con respeto a una tradición fúnebre de Oaxaca, Cruz y el resto del colectivo conformado por Heriván Mejía Hernández y Anna Irene Guevara Meneses, se ha dedicado a difundir saberes sobre la música, enseñarla y hasta transformarla.
Cuenta su fundador, Joan Cruz Sánchez, el colectivo nació en el Centro Histórico de la Ciudad de México por la necesidad de crear comunidad.
Previo al concierto, se presentó el documental Cuerdas de Esperanza –dirigido por el propio Cruz Sánchez como trabajo de titulación de la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)– que hace una radiografía sobre la música de jarana en la zona mixe y el riesgo de extinguirse como tradición fúnebre.
Durante el concierto, se alternaron sones tradicionales como El Huachito, El mareño y Virginia que sí, Virginia que no, con intervenciones habladas que contextualizaron la función de la música en los rituales funerarios ayuuk.
Cruz explicó, por ejemplo, los momentos específicos del velorio en los que la jarana entra en escena, el papel de los músicos comunitarios, y la creencia de que la música abre caminos para el alma, así como los rituales necesarios para aprender el Son del Angelito. Pues a través de las cuerdas y sus conversaciones, los jaraneros evocan los sones lentos, pausados y profundamente melancólicos que se interpretan en los velorios y entierros de la región.
Cada pieza, seleccionada con cuidado, refleja las emociones colectivas del duelo: desde la resignación serena hasta el llanto contenido. Pero más allá de la tristeza, hay también belleza y dignidad en las melodías: son pespunteos para guiar el alma, para acompañar su camino hacia el otro mundo.
El concierto fue una representación escénica, un acto de respeto y documentación viva, además de un espacio de reflexión sobre la muerte, desde una perspectiva originaria, enraizada en la tierra, los ciclos naturales y la continuidad de la vida.
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AF
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