La Mtra. Courteney Fappiano, originaria de Massachussets, redice en Querétaro; y, presenta en Galería Libertad su colección «Mis monstruos hermosos», si hay un tema recurrente en la historia de l are, ese es el tema del monstruo. Lo monstruoso, entendido como aquello que perturba la imaginación convencional, despierta todo tipo de atractivos para quien ejecuta una obra creativa en tanto nos permite comprender las coordenadas políticas, estéticas y morales de una cultura determinada.
Esta fascinación la podemos remontar a las representaciones míticas de la antigüedad, cuando los pueblos representaban a sus dioses; es decir, aquellas criaturas colocadas fuera de lo humano, en los confines mismos del lenguaje, como criaturas con características ciertamente monstruosas.
Podemos decir en este sentido, que hay una correlación innegable entre el monstruo y lo sobrado. Dicha relación se halla especialmente presente en la obra de la artista citada previamente. Con su catálogo de monstruoso, bastante habitado por el espíritu de Frankesntein de Mary Shelley, Fappiano nos introduce en un universo liminal donde la norma, lo establecido y lo cómodamente predecible padecen la súbita interrupción de lo telúrico y grotesco, típicamente bajo la forma de cuerpos que para el orden patriarcal resultan monstruosos: mujeres y personas queer.
Los monstruos de esta creativa, habitan cómodamente entornos cotidianos desde sus cuerpos exagerados e incómodos para cualquier mirada que ambicione a encontrar normas y estabilidad. Esta sacralidad cotidiana posee una propia carga política en tanto los monstruos representados en las pinturas de Fappiano hablan desde las orillas de la hegemonía.
De sus trazos, Fappiano sugiere 2 formas de entender la monstruosidad: Por un lado, tenemos a sus personajes, seres liminales e inclasificables, de género ambiguo o dudosa estabilidad en cuyos detalles hay siempre trazos de incomodidad. Por el otro, el entorno que habitan, aparentemente normal, pero a su manera, también monstruoso y asfixiante.