Redacción ACI Prensa
Al final del tercer día de su viaje apostólico a Irak, el Papa Francisco celebró este domingo 7 de marzo una conmovedora y multitudinaria Misa ante miles de personas en un estadio de Erbil, capital del Kurdistán iraquí, la región que refugió a los cristianos que huyeron del Estado Islámico.
Se trató del evento más numeroso después de las diversas citas en Bagdad, la llanura de Ur, Mosul, Qaraqosh y tras haber encontrado en privado a las autoridades kurdas en una sala del aeropuerto de Erbil. Además, según el programa del viaje, este es el último acto público en el que el Santo Padre pronunció una homilía y un breve discurso.
El Santo Padre recorrió el estadio en papamóvil saludando y bendiciendo a las personas que lo recibieron con mucho entusiasmo, mientras el coro entonaba cantos de bienvenida. Ha sido la única ocasión durante todo el viaje en que el Papa utilizó un coche abierto.
El estadio “Franso Hariri” tiene capacidad para acoger hasta 30.000 personas, pero según las cifras oficiales, iban a estar presentes solamente 10.000 ante las medidas sanitarias para evitar contagios del COVID-19. Sin embargo, algunos medios de comunicación reportaron una asistencia de entre 18 y 20 mil personas.
Además, según informaron los organizadores de la Misa, hubo 250 jóvenes voluntarios y el coro estuvo compuesto por otros 100 de la región. A la ceremonia asistieron las autoridades musulmanas locales y algunas minorías, como los miembros de la comunidad yazidí, religión minoritaria del norte de Irak que han sido perseguidos durante los últimos años por los terroristas de Estado Islámico.
Al inicio de la Misa, el Santo Padre incensó una estatua de la Virgen María que fue profanada por el Estado Islámico en 2016.
La celebración eucarística del Papa incluyó pasajes bíblicos en arameo, kurdo, árabe, inglés e italiano y se realizó en rito romano, a diferencia de la otra Misa celebrada por el Santo Padre en rito caldeo el sábado 6 de marzo en la Catedral de San José de Bagdad.
La primera lectura fue en caldeo, el salmo responsorial fue cantado en árabe entre el solista y el coro, la segunda lectura fue en kurdo y el Evangelio fue leído en árabe por un diácono después de la tradicional bendición del Papa.
En su homilía pronunciada en italiano, y traducida al árabe, el Papa Francisco destacó que “el Señor nos promete que, con la fuerza de su Resurrección, puede hacernos resurgir a nosotros y a nuestras comunidades de los destrozos provocados por la injusticia, la división y el odio” y añadió que “es la promesa que celebramos en esta Eucaristía”.
“Con los ojos de la fe, reconocemos la presencia del Señor crucificado y resucitado en medio de nosotros, aprendemos a acoger su sabiduría liberadora, a descansar en sus llagas y a encontrar sanación y fuerza para servir a su Reino que viene a nuestro mundo”, dijo el Pontífice.
Asimismo, el Santo Padre destacó que “Jesús no solo nos purifica de nuestros pecados, sino que nos hace partícipes de su misma fuerza y sabiduría. Nos libera de un modo de entender la fe, la familia, la comunidad que divide, que contrapone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abiertas a todos y solícitas hacia nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Y al mismo tiempo nos fortalece, para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin”.
En esta línea, el Papa subrayó que “con la fuerza del Espíritu Santo nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida” y agregó que “el Resucitado nos hace instrumentos de la paz de Dios y de su misericordia, artesanos pacientes y valientes de un nuevo orden social”.
“La Iglesia en Irak, con la gracia de Dios, hizo y está haciendo mucho por anunciar esta maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados. También en medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren”, advirtió el Papa quien añadió que “este es uno de los motivos que me ha impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel”.
Al finalizar su homilía, el Santo Padre encomendó “a ustedes, a sus familias y a sus comunidades, a la materna protección de la Virgen María, que fue asociada a la pasión y a la muerte de su Hijo y participó en la alegría de su resurrección. Que Ella interceda por nosotros y nos lleve a Él, fuerza y sabiduría de Dios”.
Antes de la conclusión de la Misa, el Arzobispo caldeo de Erbil, Mons. Bashar Matti Warda, dirigió un breve saludo en el que agradeció al Papa por “su histórica visita” y por la valentía de visitar “este nuestro turbulento país, una tierra tan llena de violencia, este lugar de disputas interminables, desplazamientos y sufrimientos para la gente; y por haberlo hecho en este tiempo de pandemia y crisis mundial”.
Asimismo, Mons. Warda agradeció al Santo Padre por “las oraciones por los perseguidos y los marginados, aquí en Irak y en todo el mundo” y añadió que ellos saben que el Papa “ha continuado a rezar por nosotros en todos nuestros periodos de obscuridad”.
Por su parte, el Pontífice dirigió también unas palabras de despedida en las que agradeció la presencia de diferentes autoridades eclesiales y civiles y a quienes trabajaron por este viaje. Mientras que hablaba en varias ocasiones los miles de asistentes aplaudieron.
“En estos días vividos junto a ustedes, he escuchado voces de dolor y de angustia, pero también voces de esperanza y de consuelo. Y esto es mérito, en gran medida, de esa incansable obra de bien que ha sido posible gracias a las instituciones de cada confesión religiosa, gracias a sus Iglesias locales y a las distintas organizaciones caritativas, que asisten a la gente de este país en la obra de reconstrucción y recuperación social”, destacó el Papa.
Por último, el Santo Padre señaló que “ahora, se acerca el momento de regresar a Roma. Pero Irak permanecerá siempre conmigo, en mi corazón. Les pido a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, que trabajen juntos en unidad por un futuro de paz y prosperidad que no discrimine ni deje atrás a nadie”.
“Les aseguro mi oración por este amado país. Rezo, de manera especial, para que los miembros de las distintas comunidades religiosas, junto con todos los hombres y las mujeres de buena voluntad, cooperen para estrechar lazos de fraternidad y solidaridad al servicio del bien común y de la paz. Salam, salam, salam. Shukrán! [Gracias] Que Dios los bendiga a todos. Que Dios bendiga a Irak. Allah ma’akum! [Que Dios esté con ustedes]”, concluyó el Papa antes de impartir su bendición.
El Santo Padre se marchó en medio de cánticos y ovaciones, entre los que se escuchó “¡Viva el Papa!”.