El ataque ocurrió en el centro de la ciudad de Veracruz, donde en el último año se documentaron casos de acoso, abuso y violación sexual.
«Es que tú estás malacostumbrada, como tu cumpleaños es el día de la virgen siempre te hacen fiesta», le dije a mi hermana menor antes de que ella gritara «maldito cerdo», enseguida me di cuenta, giré mi cabeza y vi al hombre gordo que iba corriendo.
La había manoseado mientras caminábamos sobre la calle Abasolo con rumbo al bulevar de Veracruz.
Enseguida sentí un calor recorrer todo mi cuerpo y desembocar en mi cabeza, empecé a correr y vi al hombre ponerse un casco, dobló la cuadra rumbo a un callejón y se subió a una moto.
Arrancó internándose en la diminuta calle.
Lo sé porque corrí detrás de él con la esperanza de que mis piernas fueran más rápidas que las llantas de su Italika roja.
Me detuve, agarré una piedra y con todas mis fuerzas intenté -sin éxito- atinarle.
Un taxi se le atravesó y me volvía a echar a correr. Mi cara ardía de coraje y mis piernas del esfuerzo.
¡No lo dejes pasar, no lo dejes pasar! le grité al taxista.
Pensé en grabarlo, quería exhibirlo, quería que todos vieran la cara de un degenerado. Pero rápidamente subió a la banqueta y rodeó al taxi.
Dejé de correr y la ira me hizo olvidar que lo racional hubiera sido anotar sus placas, todo fue tan rápido y confuso que me olvidé que atrás había dejado a mi hermana menor.
Al girarme la vi. Estaba sentada en la orilla de la banqueta, cuando me acerqué noté que sus lágrimas eran tan grandes como sus ojos «de sapo», comparación que uso para molestarla.
«Me metió hasta los dedos», gruñó. Toqué su pelo y la ayudé a levantarse.
Le hicieron daño y no pude evitarlo, mucho menos cobrármelas. Los cobardes en moto son muy rápidos. No dejaba de llorar y yo quería regresar el tiempo para inventarle una excusa y no salir.
El plan era llegar al bulevar, caminar por la escollera, tal vez tomarnos unas fotos juntas -porque la luz de esta tarde calurosa mayo era muy favorecedora- pero no fue posible, fuimos de la mano a casa.
En el silencioso regreso pensé ¿Qué les voy a decir a mis papás? La última vez que me hice esa pregunta con mi hermana al lado llorando fue hace mucho, de niñas, se había caído en casa de la vecina.
Desee desde el fondo de mi corazón que eso hubiera ocurrido y no lo que les acabo de relatar.
Relato que he leído en muchas ocasiones repetirse en muchas zonas de área conurbada, donde abunda el abuso sexual y el hostigamiento a plena luz del día, en calles céntricas, en transporte urbano y hasta zonas comerciales.
A ocho cuadras de donde abusaron de mi hermana una adulta mayor fue abusada sexualmente y golpeada al interior de su domicilio. Murió a los 13 días.
En la colonia de al lado, en el expenal de Allende una menor de 16 años fue abusada también en agosto pasado.
También en el centro, muy cerca del malecón una mujer de 52 años que vendía dulces fue abusada sexualmente en un callejón y abandonada en otro municipio, esto de acuerdo a registros mapeados.
Todo esto en un radio no mayor a tres kilómetros de donde vivo y en un lapso no mayor a año y medio.
A mayor escala, y de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en estado de Veracruz, hubo 203 denuncias por abuso sexual, 62 por hostigamiento y 112 por violación simple, es decir, a una persona mayor de edad y 4 denuncias por violación equiparada -a menores de edad-, esto de enero a marzo de este 2021.
MS.