El actor Ricardo Blume deja un legado imprescindible en las artes escénicas de México

Gobierno

 

·        Desde 2008 fue actor de número de la CNT del INBAL

·        Su última participación teatral fue en la obra Memoria, de Paula Zelaya Cervantes y Diego del Río

·        Recibió la Medalla Bellas Artes en noviembre de 2014, en reconocimiento a su trayectoria y sus aportaciones al arte y la cultura

 

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) lamentan el deceso del primer actor Ricardo Blume,  ocurrido este viernes a los 87 años de edad, en la ciudad de Querétaro.

 

Ricardo Cristóbal Blume Traverso, conocido en el medio artístico como Ricardo Blume, nació el 16 de agosto de 1933 en Lima, Perú, fue intérprete de teatro, cine y televisión que trabajó desde 1952 en España, Perú y México, con participaciones continuas en los tres países.

 

El primer actor dedicó más de 60 años de su vida a las artes escénicas, trayectoria que describió en diversas ocasiones como “una lucha continua” y por la que en 2014 fue condecorado con la Medalla Bellas Artes que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura a figuras destacadas que hayan contribuido con su talento artístico al desarrollo del arte y la cultura de México.

 

Su amplio registro actoral lo llevó a participar en más de 60 obras de teatro, tanto clásico como contemporáneo, con directores jóvenes y experimentados. Fue director de una veintena de puestas en escena. Su última participación como actor fue en la obra Memoria, de Paula Zelaya Cervantes y Diego del Río, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro del INBAL, que se estrenó este año.

 

En 1971, Ricardo Blume inició su etapa como actor de teatro en nuestro país, donde aportó su talento y creatividad en montajes como El reino de la tierra, de Tennessee Williams, Casa de Muñecas, de Henrik Ibsen, La casa de los corazones rotos, de George Bernard Shaw, Tres hermanas, de Anton Chéjov, El pequeño caso de Jorge Lívido, de Sergio Magaña, y muchas obras más que, como fue el caso de Exiliados, de James Joyce, resultaron interpretaciones memorables.

 

A lo largo de la década de los setenta, Ricardo Blume se presentó en varios teatros del Instituto Mexicano del Seguro Social, como el Xola, el Reforma y el Hidalgo, entre otros, así como en el Teatro del Bosque, y realizó importantes y extensas giras que llegaron a tener una duración mayor a 60 días por el interior de México, con obras como El amor tiene dos caras, de Hugh y Margaret Williams, o El sistema Ribadier, de Georges Feydeau.

 

Desde que se fundó la Compañía Nacional de Teatro del INBAL, en 1977, Ricardo Blume formó parte de esta agrupación artística, en la que debutó con su interpretación del personaje Serafín el bonito, en la obra Luces de Bohemia, de Ramón del Valle Inclán, escenificada en el entonces Teatro del Bosque. El actor también estuvo presente en teatros de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde además de participar en diversos montajes, formó parte de espectáculos de danza y poesía. Se incorporó como actor de número de la CNT, luego de  su reestructuración  en 2008.

 

Como integrante del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro del INBAL interpretó a Olaff en la obra Ser es ser visto, bajo la dirección de Luis de Tavira; a Natán en Natán, el sabio, de Gotthold Ephraim Lessing, bajo la dirección de Enrique Singer; a Dany, en la obra Ilusiones, de Ivan Viripaev, puesta en escena de Mauricio García Lozano, y su última participación en la obra Memoria, de Paula Zelaya Cervantes y Diego de Río, un montaje que rindió homenaje a la trayectoria de actores y actrices de número de la CNT.

 

Fue en México, mientras participaba en el montaje de Exiliados, de James Joyce, donde encontró lo que denominó “su partitura”, que definió como “una guía que me permite saber qué piensa y siente mi personaje en cada momento de la obra. Es lo que estudio durante el análisis de texto y los ensayos. Dos horas antes de la función, caliento la máquina, el cuerpo, el alma, los sentimientos, me pongo en una especie de órbita y repito mi partitura. Así es como todas las funciones salen a un mismo nivel, sin importar si ese día estoy más emotivo o sensible, porque además también el público influye. Hay días que trae uno tantas cosas en la cabeza que no puede concentrarse, pero al repetir mi partitura le puedo dar al espectador un trabajo parejo, digno”.

 

En distintas ocasiones, Ricardo Blume resumió su trayectoria como “una lucha continua” durante 65 años y, a la vez, como una oportunidad que agradeció a la vida, por haber tenido una profesión que le satisfizo, “porque el teatro te humaniza, te vuelve más comprensivo, más liberal, menos prejuicioso. Lo que consigues al final de tu carrera es poder trabajar con convicción. Puede ser que te equivoques, pero estás convencido de ello. El teatro es un juego del espíritu, porque lo que intercambiamos con el público no son naipes, son dudas, ideas, reflexiones, sentimientos”, afirmó el primer actor.

 

El también maestro, director, actor y creador de instituciones escénicas fue reconocido en su país natal con el Doctorado Honoris Causa por la Pontificia Universidad Católica del Perú, con la condecoración al Mérito Cultural en el Grado de la Gran Cruz por la Municipalidad de Lima y condecorado como Gran Oficial de la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos, entregada en 2011 por el gobierno de Perú.

Además de estos reconocimientos, Ricardo Blume fue galardonado con la Medalla por los 50 años del Teatro de la Universidad Católica (TUC). Su brillante desempeño actoral lo hizo merecedor de más de 40 homenajes y premios por parte de instituciones culturales, tanto de su país natal como de la nación que eligió para sembrar y cosechar los frutos de su labor. El reconocimiento por sus 50 años de trayectoria artística que recibió del INBAL, y la Medalla Mi vida en el Teatro, del Instituto Internacional de Teatro de la UNESCO, junto con la Medalla Bellas Artes que le fue otorgada en 2014, son algunos de los galardones entregados al histrión, además de los otorgados por asociaciones nacionales e internacionales de críticos.  

 

Ricardo Blume participó en obras de autores como Jean Paul Sartre, Aristófanes, Marivaux, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Juan Ruiz de Alarcón, Jean Anouilh, Fernando de Rojas, Henrik Ibsen, Clifford Odets, Antonio Gala, Sergio Magaña, James Joyce, Woody Allen, Arthur Miller, Héctor Mendoza y Sabina Berman.

 

Trabajó con muy diversos directores, entre los que se encuentran Rafael Miarnau, Héctor Gómez, Dimitrios Sarrás, Héctor Mendoza, Luis de Tavira, Martín Acosta, Mauricio García Lozano y Enrique Singer, actual director artístico de la Compañía Nacional de Teatro, con quien participó en la obra Natán.

 

Fue actor en diversos largometrajes, como Las buenas hierbas, bajo la dirección de María Novaro, Quemar las naves, de Francisco Franco, y en la cinta Sobrenatural, de Daniel Gruener; Tercera llamada, dirigida también por Francisco Franco, fue la última ocasión en que Ricardo Blume trabajó en un set de filmación.

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