27 de septiembre de 1821- Aniversario 199 de la consumación de la Independencia Nacional

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Finalizaba el año de 1820 y por todo el territorio de la Nueva España se realizaban juntas clandestinas o conjuras y, aunque existían diversas posiciones respecto al sistema de gobierno que se habría de seguir, se estaba generalizando entre los peninsulares y criollos europeos, la idea de proclamar la independencia a fin de evitar que el régimen liberal español afectara sus intereses y les privara de sus privilegios. El elegido de los interesados en proclamar la independencia fue Agustín de Iturbide.

Nacido en Valladolid (hoy Morelia), en 1783, Iturbide era un oficial militar criollo del ejército realista, que destacó por su dureza en las luchas contra los insurgentes. Sus ideas antiliberales le convertían en el candidato ideal para los planes de la aristocracia peninsular; igualmente, era uno de los criollos contrarios a la restauración del régimen constitucional que se habían mostrado a favor de la independencia, por lo que, ante los ojos de los conspiradores de la Profesa, resultaba la persona más indicada para encabezar un levantamiento militar contra las autoridades de la Madre Patria.

Lo primero que se haría era suprimir el movimiento insurgente, representado en ese momento por Vicente Guerrero, quien tenía a su mando unas tropas apostadas en la región del río Balsas. Sin embargo, Iturbide, en vez de continuar una lucha que podría prolongarse por tiempo indefinido, prefirió sumarlos a su grupo. Guerrero se negó en un principio, pero acabó por creer que Iturbide estaba francamente interesado en la Independencia, aunque no tenía idea del verdadero motivo que se ocultaba tras el repentino cambio del antiguo realista.

Las rivalidades quedaron atrás: los dos ejércitos se unieron bajo una bandera, en la que utilizaron por primera vez tres colores juntos de forma diagonal, aunque en orden diferente de izquierda a derecha el blanco, verde y rojo, a la que denominaron “Trigarante” (de las tres garantías), que significaban: religión, independencia y unión.

Iturbide dio a conocer en Iguala, el plan con el que proclamaba la Independencia en febrero de 1821, cuyo contenido no reflejaba el carácter de las ideas de los primeros caudillos, pues enaltecía la colonización y denostaba el movimiento insurgente, culpándolo de calamidades y desorden en el país. Buscando unir al sector liberal y al realista, proponía como forma de gobierno una monarquía constitucional, invitando a ocupar el trono del imperio mexicano al rey Fernando VII, o en su defecto, a algún otro príncipe de la casa reinante española. Beneficiaba a la religión católica romana, pues la declaraba como la oficial sin tolerancia de alguna otra, manteniendo el fuero eclesiástico y le garantizaba la posesión de sus bienes y privilegios. Se conservaría además el sistema interno de gobierno y, en el aparato administrativo, seguirían todos en los mismos puestos y cargos civiles y militares que habían ocupado durante el régimen colonial.

El Plan de Iguala excluyó los ideales políticos y sociales de Hidalgo y de Morelos; en su contenido se reflejaba la verdadera intención del grupo que apoyaba a Iturbide, el cual consistía en separarse de España para conservar sus riquezas y privilegios. Gracias a la unión de fuerzas, el Ejército Trigarante pudo derrotar a las tropas realistas, sobre todo, porque gran parte de ellas se fueron sumando a su bando.

Con la llegada de Juan O’Donojú, procedente de España, en agosto de 1821, con nombramiento ya no de virrey, sino como lo marcaba la nueva constitución: Jefe Político Superior, Gobernador y Capitán General, enviado por las cortes liberales españolas se buscaba calmar el descontento que existía en la Nueva España. Masón, liberal y anticolonialista, O’Donojú permitiría establecer una alianza entre los grupos liberales de España y México, en un intento por reforzar la unión con la metrópoli.

El 24 de agosto de 1821, O’Donojú e Iturbide se reunieron a discutir la situación, después de la cual celebraron el llamado Tratado de Córdova (por efectuarse en la villa del mismo nombre), en el que se reconocía la independencia y soberanía de México, así como su composición en un imperio bajo la forma de gobierno de una monarquía constitucional. En dicho plan se reafirmaba la invitación a Fernando VII o alguno de sus parientes para que viniesen a gobernar, pero Iturbide logró que se agregara una cláusula para que, en caso de que no aceptara alguno de los anteriores, sería ocupada por la persona que designaran las Cortes del Imperio Mexicano.

Así las cosas, solo faltaba que O’Donojú convenciera al ex virrey Novella, que se consideraba en funciones y defendía la sede del virreinato, para que reconociera el cargo conferido por el gobierno español a O’Donojú; lo que sucedió el 10 de septiembre de 1821, y 13 días después, el nuevo “jefe político” ordenó a la guarnición realista la evacuación de la Ciudad de México, permitiendo con ello que O’Donojú e Iturbide y su Ejército Trigarante, compuesto por 16 mil hombres, entraran en la capital el 27 de septiembre de 1821, en medio de una multitud jubilosa y frenética, con arcos triunfales, banderas y gallardetes.

El día 28 procedieron a formar la Junta Provisional Gubernativa y la Regencia, ambas integradas por personas que habían sido parte de la burocracia colonial y dirigidas por Iturbide. Una vez constituido el gobierno provisional, se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano; con ello se dio fin a una etapa de lucha que inició en 1810, con distintos propósitos y diferentes circunstancias. De esta manera, terminaban oficialmente, 300 años de vida colonial.

Texto: María del Rocío González

 

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