Cada 12 de octubre celebramos a San Carlo Acutis, el ‘influencer de Dios’, el ‘apóstol de internet’.
Han pasado solo unas cuantas semanas desde que fue canonizado –la ceremonia de canonización fue el pasado 7 de septiembre– y hoy tenemos la inmensa alegría de poderlo celebrar por primera vez en el día de su festividad, tal y como lo manda la Iglesia.
En la Homilía de la Misa de canonización, celebrada en el Vaticano, el Papa León XIV recordó: “Carlo encontró a Jesús en su familia, gracias a sus padres, Andrés y Antonia —presentes hoy aquí con sus dos hermanos, Francesca y Michele— y después en la escuela, también él, y sobre todo en los sacramentos, celebrados en la comunidad parroquial. De ese modo, creció integrando naturalmente en sus jornadas de niño y de adolescente la oración, el deporte, el estudio y la caridad”.
Unos años atrás, en la ceremonia de beatificación, la Iglesia subrayaba la fuerza del testimonio de este joven santo, de tremendo impacto para la Iglesia hoy: “Su vida es un modelo particularmente para los jóvenes, para no encontrar justificaciones no solo en los éxitos efímeros, sino en los valores perennes que Jesús sugiere en el Evangelio, es decir, para poner a Dios en primer lugar en las grandes y pequeñas circunstancias de la vida, y para servir a los hermanos, especialmente a los últimos” (Palabras del Cardenal Agostino Vallini en la Homilía de la Misa de beatificación de Carlo Acutis – 10 de octubre de 2020).
Es posible ver con toda claridad, a partir de las palabras arriba citadas, que hay algo que Carlo supo vivir muy bien: su vida es testimonio de que el centro de todo debe ser Dios. La santidad no es otra cosa sino hacer de Cristo “la piedra angular” de nuestras existencias. Por eso Carlo nos recuerda que la santidad es posible en el mundo actual.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rom 8, 35)
Carlo Acutis nació el 3 de mayo de 1991 en Londres (Inglaterra), ciudad donde trabajaban sus padres, Andrea Acutis y Antonia Salzano, ambos italianos. Meses después de su nacimiento, Andrea y Antonia decidieron regresar a Italia y se mudaron con Carlo a Milán.
Desde muy pequeño, Carlo evidenció un cariño especial por Dios y una sensibilidad muy peculiar para aprender y conocer las cosas relativas a la fe -a pesar de que sus padres no eran particularmente devotos o practicantes en ese entonces-.
Aquel amor por el Señor no pararía de crecer y se fortalecería aún más en su adolescencia, cuando a Carlo le diagnosticaron leucemia mieloide aguda (8 de octubre de 2006), una rara enfermedad, con casi nula esperanza de vida. En ese momento, lejos de desesperar, Carlo manifestó su deseo de ofrecer su sufrimiento “por el Señor, el Papa y la Iglesia”. Así revelaba su profunda madurez espiritual, a sus cortos 15 años, mostrando precozmente un corazón dispuesto a tomar la forma del Corazón de Cristo.
Son abundantes los testimonios sobre la alegría de Carlo, su fortaleza, su preocupación por el bien de los que le rodeaban, su sensibilidad y empatía para con sus compañeros del colegio -especialmente si eran maltratados-; o, con los pobres, a quienes asistió en numerosas ocasiones junto a sus amigos.
A todos les llamaba la atención la naturalidad con la que el joven se acercaba a los enfermos, a los necesitados o a quien estuviese sufriendo, como asegurándose de que Dios estuviera en sus vidas, y que sea su amor el que los alivie -material o espiritualmente-.
Dios presente en la Internet
A Carlo Acutis lo han llamado “ciberapóstol de la Eucaristía”, “apóstol de los millennials” y, más recientemente, “apóstol de la Internet”; y es que hay razones suficientes para todos esos “títulos”: Carlo fue un promotor y divulgador, por iniciativa propia, de los milagros eucarísticos en el ciberespacio. Una de las cosas más interesantes que hizo fue diseñar un sitio web con ese fin.
Allí escribió: “Mientras más frecuente sea nuestra recepción de la Eucaristía, más seremos como Jesús. Y en esta tierra podremos pregustar el Cielo”.
Es claro que sus palabras revelan la sana comprensión que tenía de las nuevas tecnologías y su utilidad en la evangelización. Se dice también que gustaba de los videojuegos y que incluso tuvo una consola PlayStation 2, la que por decisión propia solo usaba los domingos durante una hora.