Por LDI Adrián Valverde
Mtro. en alta dirección y pensamiento estratégico.
Project Management Professional, Agile Hybrid Project Pro y Scrum Master Certified.
Académico invitado de la Universidad Mondragón México
Querétaro a febrero 8 de 2021. – La famosa y mal llamada “nueva normalidad” ha generado una interesante e inesperada disrupción en absolutamente todos los sectores de la sociedad. Si bien podríamos hablar durante horas acerca de las desafortunadas implicaciones, es más interesante concentrarse en las ventanas de oportunidad para quienes han tenido la pericia de identificarlas y aprovecharlas.
Junto con los múltiples retos, vino con ellos un conjunto de inesperados beneficios y uno de ellos fue la posibilidad de autogestionar nuestro tiempo y flexibilizar la forma en la que lo invertimos en nuestro día a día. Comenzando por el ejemplo más sencillo y quizá el más obvio: hoy nos estamos ahorrando el tiempo de traslado a escuelas y trabajos, tiempo que puede ser utilizado en casi cualquier cosa. El tiempo es una herramienta que simplemente damos por hecho, pero como cualquier otra herramienta, debe ser aprendida, practicada y dominada para poderle sacar el máximo provecho.
El concepto de “perder el tiempo” depende de las prioridades de cada persona y de la perspectiva con que se le mire. Cuando hablamos del aprovechamiento del tiempo, es prácticamente inevitable pensar en el concepto de la hiperproductividad tan sobre-romantizada y a mi parecer erróneamente promocionada y defendida por las corporaciones de antaño.
Ser productivos está bien, pero el saber balancear nuestro tiempo para invertirlo en nuestra salud mental está todavía mejor. No es ningún secreto que las personas felices suelen ser más productivas, y la clave para esta felicidad es invertir parte de nuestro tiempo en cosas que nos motiven más allá de nuestras responsabilidades laborales, ya sea un buen hobby o la práctica de un deporte que además procure nuestra salud, incluso algo que simplemente nos desconecte de vez en cuando.
El tiempo es una inversión, y depende de nosotros decidir en qué lo vamos a invertir y qué podríamos esperar en ese ROI (retorno de inversión). Tal vez invertir nuestro tiempo en un curso nos retorne un mejor futuro laboral, o tal vez invertir nuestro tiempo jugando PlayStation nos retorne la desconexión que tanto necesitábamos en ese momento.
La gestión del tiempo hoy, implica el ser ágil lo cual se refiere no solo saber adaptarse al cambio, sino hacerlo rápida y eficazmente. La esencia de la gestión ágil es enfocarte en las pequeñas metas a lograrse a corto plazo. Es enfocarse en el aquí y en el ahora, y definir las prioridades que en este momento generan más valor para llegar a las metas trazadas.
Hablando de las metas a corto plazo, la intención es definir metas cortas que podamos terminar en espacios de tiempo definidos, por ejemplo de 2 a 4 semanas (a esto en el mundo ágil, se le llaman sprints). No se trata de adelantar o avanzar, se trata de terminar lo comprometido para ese sprint?
El alma de la gestión ágil radica en la retrospectiva al final de cada sprint. Es el pequeño espacio donde celebramos los logros, aceptamos el cambio como inevitable y ágilmente ajustamos el rumbo sin perder de vista nuestro objetivo. Así la suma de estos “pequeños” logros te llevarán eventualmente a lograr tu objetivo principal sin perder el rumbo.
Para lograr las metas, primero se debe saber a dónde se quiere llegar, puede sonar sencillo pero es fácil olvidarlo. Improvisar puede mantenernos a flote, pero rara vez nos llevará lejos. Es preciso plantear los objetivos de una manera específica, medible, alcanzable, relevante y en un lapso de tiempo definido, a esto se le conoce como definición de objetivos SMART
En la nueva normalidad la disciplina lo es todo, para que cuando finalmente se defina el status quo (o sea, la verdadera nueva normalidad), hayamos desarrollado esa serie de habilidades y talentos que nos permitan avanzar rumo a nuestros objetivos.
