El Altar de los Dolores se instaló el Plaza de Armas, al respecto, fue traído a la memoria que la tradición se remonta hacia el siglo XVI con el arribo de los primeros evangelizadores durante la conquista, pero fue en el siglo XVIII cuando aparecieron crónicas con alusiones concretas, entonces el culto por la Virgen Dolorosa llega a las casas, anteriormente los altares eran ubicados solo en templos y conventos.
Se sembraba cebada, alpiste, trigo o amaranto en pequeñas macetas u objetos de barro con forma de animales, para que las plantas recién nacidas formaran parte del altar y representaran el pan de la Eucaristía, instituida por Jesucristo en la Última Cena, así como el nacimiento de la fe al pie del calvario. En los altares también se colocaba agua bendita de colores en alusión a las lágrimas derramadas por la Virgen durante la pasión de su hijo, naranjas agrias adornadas con banderines doradas para manifestar el dolor y flores que representan la alabanza. Las mesas se adornaban con sirios y lámparas de aceite que iluminaban los colores del agua.
Los altares se colocaban 8 días antes del viernes Santo, para consolar a la Virgen por la muerte de Jesucristo, la figura principal de los altares es la Virgen de los Dolores, y los atributos son: un corazón con uno o siete puñales como signos de la pasión, la corona de espinas, los clavos, el martillo, la escalera, la bolsa con 30 monedas y los dados que usaron los soldados para jugarse la túnica de Cristo.
Ya listos los altares, el Viernes de Dolores la gente abría los zaguanes de sus casas para visitantes del altar, les daban agua fresca (Jamaica, chía, etc.,), simbolizaban las lágrimas de la Virgen Dolorosa.
Durante el acto protocolario de la inauguración del Altar de Dolores, se interpretaron piezas alusivas, una de ellas fue la saeta «Del pañuelo», obra propiedad de Manuel Garrido López, compositor nacido el 15 de noviembre de 1924 en Morón de la Frontera.
«Madre mía te suplico
que entendimiento me mandes,
porque es que yo no me explico
como una pena tan grande
cabe en un pañuelo tan chico.
Y ese pañuelo de seda
no lo hicieron los humanos
que fue un pedazo de cielo
que se ha parado en tus manos».
Israel Arvizu Espino, secretario canciller de la Diócesis de Querétaro bendijo el altar, y precisó que los objetos piadosos traídos para bendecir muestran la fe; y, sirven para recordar el amor de Nuestro Señor además de incrementar la confianza en la Virgen María. Al pedir la bendición sobre este Altar de Dolores debemos procurar dar el testimonio de vida cristiana así como la reavivación de estas costumbres.
Apóstol Santiago a los corintios: «Hermanos donde está el espíritu del Señor, aquí hay libertad».
El presbítero continuó diciendo lo siguiente:
«Nosotros, hermanos, no queremos tener un semblante de piedad, sino que la profesamos de corazón; por esto, invoquemos al Señor, diciendo: Envíanos, Señor, el espíritu de piedad.
Dios clementísimo, que quieres que recordemos siempre tus maravillas, haz que la visión corporal de estos objetos materiales nos eleve a la contemplación de los signos de tu misericordia: Envíanos, Señor, el espíritu de piedad.
Tú que deseas que te demos culto en espíritu y verdad, concédenos que, con la ayuda de estos objetos y de lo que significan, practiquemos siempre la justicia y la piedad: Envíanos, Señor, el espíritu de piedad.
Tú que, por medio de tu Hijo, nos diste el mandato de orar siempre, haz que, dedicándonos a la oración, podamos llevar una vida con toda piedad y decoro: Envíanos, Señor, el espíritu de piedad.
Bendito seas, Señor, fuente y origen de toda bendición, que te complaces en la piedad sincera de tus fieles; te pedimos que atiendas a los deseos de tus servidores y les concedas que, llevando consigo estos signos de fe
y de piedad, se esfuercen por irse transformando en la imagen de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor esté con ustedes. Dios, que en Cristo nos ha revelado su gloria, haga que vuestra vida sea imagen suya, para que podáis un día gozar de su presencia gloriosa. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y les acompaña siempre.
Pidiendo la intersección de la Virgen María
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita.
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mi no apartes. Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que me proteges tanto como verdadera Madre, Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Ave María purísima, sin pecado concebida».