Eibar se mostró difícil aunque cayó frente al Real Madrid

Fútbol

Un Real exquisito al inicio sufre para vencer a un rival encomiable tras un estupendo partido

No todo el fútbol pasa por la ambiciosa Superliga que reclaman las grandes nomenclaturas europeas. En el acogedor Ipurua, donde es posible el fútbol soñado por aquellos que improvisan la gloria desde la campechanía, caso del Eibar, el equipo de Mendilibar y el de Zidane sellaron un partido estupendo.

De una finura extraordinaria al principio, cuando sacó provecho un gran Madrid, y con espinas para unos y otros al final, con la gente exprimida como un limón tras un envite frenético.

Un Real que tanto disfrutó como sufrió hasta que Lucas cerró el 1-3 cuando caía el telón.

Nada de una liga doméstica apolillada. El Eibar se rebela cada curso contra la franciscana austeridad de un club enraizado en una población de 27.000 habitantes.

Como no hay quien intimide a los azulgrana, los locales y los blancos dejaron un encuentro para rebobinar.

De entrada, un Madrid convertido en un bolshoi con Modric al frente como un Nureyev con espinilleras. Es de lo más sinuoso aventurarse ante el Eibar, equipo bizarro ante cualquier gigante para atornillar en su campo a todo el que se le enfrente, sea del camión escoba o de una cancillería de primera.

Se requiere la precisión de gente como Modric, Kroos y Benzema. En Ipurua hay que llevar la pelota en patines para sobrepasar las líneas enemigas.

Adiestrado, lo hizo de maravilla el Madrid durante los primeros veinte minutos. Fútbol de billar. Un toque, dos ya era un sacrilegio. Todo jugador de blanco en movimiento y dando opciones al camarada.

La pelota iba a toda pastilla, silba que silba ante la aturdida mirada de los muchachos del Eibar. En mitad del baile irrumpió Rodrygo, que hizo palanca con la bota derecha y de cuchara citó a Benzema con Dmitrovic.

El francés acunó la pelota con mimo y superó al serbio.

El choque no permitía pestañear. El certamen del Real merecía toda la atención. Los gestos técnicos se sucedían.

Como una maniobra de Benzema para sacar la cadena a Kevin Rodrigues en un azulejo y servir a Modric el 2-0. Ni un cuarto de hora había pasado cuando el francés, de cabeza, estuvo a punto de cantar otro bingo tras un pase de Modric con el frac.

Un Madrid recreativo, sinfónico y dispuesto.

Muchos se hubieran rendido. El Eibar de Mendilibar no claudica ni a palos. El riesgo era mayúsculo. La derivada del partido hacía presagiar un escarnio para los locales.

Máxime cuando se trata de un equipo que ni ante las mayores penurias renuncia al destape. Bien que lo advirtió el Madrid.

Soportado el sofocón inicial, el Eibar presentó su enmienda. A lo suyo. Invasión del campo ajeno, puño apretado en cada asalto y mirada al frente.

Bajó una marcha el sublime Real del comienzo y al Eibar se le puso cara del Eibar. Como es un equipo extremista, pasó del ahogo al desahogo. Sobremanera, cuando Kike García certificó un golazo.

El capitán eibarrés aprovechó una pérdida de Lucas y, a muchas cuadras de Courtois, enroscó el balón en una escuadra.

El forro de Kike, de ariete de épocas remotas, no delata exquisiteces como la del 1-2.

Más equilibrado el duelo, había avisos en las dos áreas. Lucas, por dos veces, tuvo el tercero del Real. Y Muto, el más extraviado de los de Mendilibar, tuvo el empate tras unas pedaladas de Bryan Gil.

El sevillista apunta a otro de esos futbolistas que cogen vuelo en Ipurua, donde desde Silva a otros muchos, encuentran la pasarela idónea. Es veloz, regatea a las lagartijas, interpreta muy bien el juego y bajo el flequillo juvenil tiene un periscopio.

Un extremo que se resiste a la extinción de los suyos.

Como en Ipurua no hay fútbol monserga, el partido no tuvo gaitas. No daba el Madrid, ya más terrenal, con la forma de sacudirse definitivamente a su adversario.

Lo mismo amenazaba Rodrygo que Muto. Dos equipos por la directa hasta el último aliento. Con los depósitos secos, llegaron los errores. Una montaña rusa.

Como la del VAR, que no se inmutó en un golpeo del balón en un codo de Ramos. Un partido de cuerpo entero dejó al encomiable Eibar en la orilla.

Y subrayó que desde que se vio ante el abismo, hay un Madrid victorioso. En las duras y en las maduras.

Benzema se luce a sus anchas en Ipurua

El encargado de La Bolera Cántabra aparece por la puerta del establecimiento y grita: «¡Venga, todo el mundo a casa a ver el partido, que son las ocho!» Es la hora del cierre obligatorio.

Vestido con una camiseta del Eibar, y con el 17 de Kike García a la espalda, conmina a los últimos parroquianos que ocupan las mesas de la terraza al aire libre, pero a cubierto, porque el viaducto de la autopista pasa sobre ella, a que desalojen.

La única actividad de la zona es entonces el campo de Ipurua. Allí Kike García, el original, recibe las últimas instrucciones de Mendilibar antes de salir al calentamiento.

Como Karim Benzema, en el vestuario del otro lado del campo, más pequeño que el de los locales. Hace un frío moderado en Eibar, pero el francés salta al campo en manga corta, y así aparece para jugar una hora después, cuando los parroquianos de la bolera están ya en casa, viendo el partido por televisión.

Y a través de la pantalla, antaño pequeña, ahora ya no tanto, observan el bullir de un delantero al que muchos no consideran delantero, que está en estado de gracia desde hace algunas semanas, imprescindible para Zinedine Zidane, y para Florentino Pérez, que nunca escuchó consejos para dejarlo marchar.

Benzema tuvo una primera media hora espectacular, y lo propició la manera de jugar del Eibar. Mendilibar había ensayado en la Copa un sistema con un delantero y Sergio jugando de enganche en el medio del campo, pero a la hora del partido, tiró por la calle de en medio y decidió ser más valiente para jugar con dos delanteros.

Con la defensa adelantada, cualquier pérdida de balón en medio campo suponía un riesgo, y decidió asumirlo, así que Benzema se encontró a sus anchas.

Allá donde miraba, encontraba campo abierto. A los cinco minutos, ya había adelantado al Real Madrid. Combinó con Rodrygo, buscó el área, y recibió la pelota de su compañero para controlar y disparar ante la salida de Dmitrovic.

Se temía Mendilibar un partido similar al de la temporada pasada, que solventó el Real Madrid como quien lava, en tres zarpazos , y por ese camino iba, porque a los 12 minutos otra vez funcionó la magia de Benzema, esta vez en la banda derecha.

Recibió en el área, regateó a un rival, vio a Modric un poco más atrás del punto de penalti y allí le puso el balón para que el croata confirmara los peores augurios del entrenador del Eibar.

La parábola de Kike
Benzema era la pesadilla de la defensa del equipo armero. Omnipresente, encontraba siempre los espacios y la combinación con sus compañeros.

Otra vez se desmarcó con inteligencia en el minuto 16 para gozar de una ocasión clarísima que no pudo concretar. Nadie era capaz de detectar la presencia del escurridizo francés, presente en todas las zonas del área.

En medio de la exhibición de Benzema se filtró por medio un jugador del Eibar, Kike García, también delantero, el hombre cuya camiseta lucía el encargado del bar La Bolera.

Sus características son muy diferentes a las del francés. Llegó al Eibar del fútbol inglés; un error en el fax con su transferencia le mantuvo seis meses fuera de la competición, pero Mendilibar le tenía fe, y la tiene.

En el minuto 27 recibió en la línea de volantes, buscó el espacio y disparó en parábola, para batir a Courtois. Se acercó a la grada, gritó «¡dónde estás!» y mandó callar al destinatario de su grito.

Era Cote, su compañero, con el que mantiene un pique amistoso.

Desde el gol del Eibar, la estrella de Benzema declinó, porque sus compañeros no le encontraban como antes. El Real Madrid plegó velas, aunque el delantero todavía tuvo tiempo de marcar otro gol, anulado por fuera de juego, y de asistir a Lucas Vázquez, en el último instante, y cuando apretaba el Eibar, para conseguir el tercero de su equipo.

Fue un gran partido que mostró a un gran Benzema.

La gran actuación del francés le evitó, sin embargo, sufrir en los minutos finales, como reconoció Carvajal. «En la segunda parte nos ha costado mucho.

Queríamos cerrar cuando antes, pero hasta la última jugada con Lucas Vázquez no lo hemos conseguido», afirmó.

MS.
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