«Lunes de Cronistas» celebra su primer aniversario con edición especial

Gobierno

Marcela Herbert Pesquera, titular de la Secretaría de Cultura del Estado de Querétaro, atestiguó la edición especial de «Lunes de Cronistas» llevada a cabo en el Auditorio «Francisco Muñoz» del Centro de las Artes de Querétaro (CEART), con el fin de celebrar el primer aniversario de esta actividad.

Nicté-Há del Consuelo Rico Sosa, coordinadora de Patrimonio Inmaterial y Fiestas Comunitarias, presentó al Dr. Jaime Zúñiga Burgos, la Mtra. Maria Luisa de Septíen, el Dr. Edgardo Moreno Pérez; y, la Mtra. Aurora Zúñiga Sánchez, quienes fungieron como ponentes en esta conmemoración.

Derivado de lo anterior, se realizó una transcripción natural de los temas abordados durante la sesión.

El Dr. Jaime Zúñiga Burgos fue expositor del tema “Mitología queretana”, hizo saber que, el Corregidor Miguel Domínguez, no fue traidor, lo sacrifican como traidor, incluso, el Cura Hidalgo venía a recibir indicaciones a Querétaro. El Corregidor fue miembro del Triunvirato, y presidente de la Suprema Corte, pero cuando muere lo sepultan en la Villa de Guadalupe y sus restos se pierden. Sucedió que la viuda de Mariano Domínguez Ortiz, cuando muere su marido queriendo significar que era el hijo de un héroe, pone el nombre del Corregidor ahí, y luego pone el nombre de su marido difunto, pero Querétaro cae en la trampa, entonces, van y rescatan después de tener aquí ya los restos de Doña Josefa, que en esos no hay ningún problema porque sus familiares los tuvieron siempre bajo resguardo con los del supuesto Corregidor. Los exhuman, hacen los trámites correspondientes, la ceremonia, hay una placa, juntan al matrimonio, pero resulta que no son los del Corregidor. Las autoridades por desconocimiento se asimilaron al mito queretano.

El muro del cañonazo, el famoso muro del cañonazo habiendo tantos autores hay uno que es de mucha credibilidad, se trata de Alberto Hans, en primer lugar porque es imparcial, no es tendencioso y estuvo ahí, y él escribe paso a paso lo que ya aconteció, Alberto Hans dice que esa madrugada, estaban en la posición donde estaba una “pieza de artillería de ocho”, términos militares de aquella época, no se sabe si eran ocho pulgadas o centímetros, y que estando ya ellos dormidos un cabo había llevado unas tortillas duras, estamos hablando de la madrugada del 15 de mayo de 1867, cuando en la madrugada llega el coronel López, que por lo vistoso de su uniforme lo lograban identificar, como llegaba acompañado pusieron unos adobes donde estaba horadado artificialmente el muro para tener esa pieza de artillería apuntando al cerro, y que por ahí empezaron a desarmarlos cuando preguntan ¿Quiénes son? Son refuerzos, López acordó esto con Escobedo, porque Escobedo 20 años después lo relata, porque empiezan a tomar la huerta del Convento de La Cruz, pero Maximiliano no se encontraba donde turísticamente nos venden ahora, que era la celda de Maximiliano, quien por lo mismo, según dicen historiadores, desde la ventana de su balcón veía sus ejércitos, y esa celda era donde ahora hay una capilla, y el superior del Convento de La Cruz, por seguridad puso una puerta en la Capilla y ocupó el lugar donde era la celda, y dejaron más accesible lo que está a la entrada. Entonces nace el mito del cañonazo, se toma el Convento de La Cruz, todo lo que después sabemos, los primeros disparos que ocurrieron ese día, fue cuando se encuentran Miguel Miramón, su asistente Ordoñez ya con soldados republicanos y hay un intercambio de balazos y le dan un tiro a Miramón en la cara, y se lo llevan a curar con el Dr. Vicente Liceaga en las calles de Guerrero a dos casas del Convento de Capuchinas, esos fueron los primeros disparos, no hubo un disparo en la torre, menos un cañonazo.

El coronel Pepe Rincón Gallardo, estando de guardia, da un parte y en ese parte, dice que a las seis de la mañana aproximadamente vieron salir al Emperador vía tierra, acompañado de su secretario y otros personajes, que era muy notorio porque iba con su uniforme y su espada, lo vieron que por ahí salió, y Rincón Gallardo le dice a la Guardia, déjenlos pasar, son paisanos, cuando pasa todo este evento de la toma de Querétaro, hubo muchos militares que se quisieron adornar por la gloria de que aquí había triunfado la República, pero este supuesto hecho de armas que todavía se discutía y hay mucho escrito, el Imperio es de lo que más se ha escrito sobre México, todos escribieron hasta Inés de Salm-Salm y Concepción Lombardo Gil de Partearroyo, todos escribieron. Entonces empiezan a analizar 20 años después, porque ya había duelos a balazos por el honor militar, porque desmerecían algunos que sabían de estrategia militar, ya que decían que eso no fue una tromba sino una traición, cuál mérito militar, se estaban adornando, hubo un serio conflicto ahí; y, Don Porfirio sabiendo que Mariano Escobedo tenía pretensiones de ser presidente, que entre paréntesis, no tenía la capacidad, porque el mismo Vicente Riva Palacio, en sus crónicas de aquella época dice “que era un iletrado que no sabía hablar, porque hablaba con faltas de ortografía”, entonces tiene Escobedo que escribir una carta que está publicada “México a través de los siglos”, donde detalla lo platicado por Zúñiga Burgos,  quien remarcó que debe saberse, que es una época donde los generales liberales y republicanos se conocían, y todos se perdonaban y se debían la vida, Tomás Mejía perdonó a Escobedo dos veces, y así se perdonaban y fusilaban a los de segundo nivel, pero entre ellos había ese acuerdo de honor militar. En esa carta queda bien claro de que no fue un cañonazo, pero cuando se repara el Convento de La Cruz, después de que la ciudad de Querétaro, no quede juzgada como Jerusalén, que “no quede piedra sobre piedra de esta ciudad maldita”, tuvo Escobedo que frenar la destrucción de templos y todo, habiendo ya sufrido Querétaro un gran daño, fundición de campanas, el techo del Teatro Iturbide que era de zinc, todo lo que hicieron aquí, comer perros y caballos, la muerte que rondó por todo Querétaro, todavía después de eso tenían que sufrir la falta de conocimiento, se reparó el Convento de La Cruz y el muro ese, se cubrió nuevamente donde había sido abierto artificialmente para la pieza de artillería, y vienen los científicos en la época del gobernador Francisco González de Cosío, el abuelo de Manuel González de Cosío, en la época porfiriana, que estuvo en la gubernatura casi 30 años, viene esa etapa donde se revaloran todos los símbolos patrios y empieza el Palacio de los Corregidores, en este sitio exacto Doña Josefa con la señal convenida, y se ve como un lugar sagrado, el muro del cañonazo lo volvieron a abrir, no dice “cañonazo” la placa original, pero ahí decía “por este sitio entraron la madrugada del 15 de mayo de 1867 las fuerzas republicanas”, y vinieron películas, donde a caballo entraban por ese orificio y el cañonazo, y el dramatismo, y esto pesa más que la realidad, queda más en la conciencia porque se oye bonito, hay que reconocerlo porque es parte de nuestra historia, pero no hace daño conocer la historia verdadera, la historia real. Pero reescribir la historia, consiste en que nuestra generación habla su propia historia, y esa propia historia que debemos hacer, es que los valores ante el arribo de tanta gente que está llegando, muchos con más ansia de conocer que algunos nacidos aquí, porque dicen que quiero ver dónde caminaba La Corregidora, porque por donde caminamos nosotros caminaban aquellos héroes, con todo y la mitología, la ficción tomémoslo como parte de, y sintámonos orgullosos de que tenemos un estado tranquilo, bonito y con una carga histórica, y un patrimonio intangible que ojalá se conserve, por aquí han circulado muchas personas que han aportado, porque de todos se aprende, y cada quien tiene algo diferente, a lo mejor, algo que le platicó su abuelo no está en los libros, eso es lo que hay que cuidar, y reconocer nuestro pasado, los que nos antecedieron, cumplir nuestra etapa a plenitud, respetando nuestros héroes, nuestra historia, pero tenemos una gran ventaja, la universidad, los académicos, han documentado y escudriñado, porque la historia no es como antes, porque antes alguien decía, “yo crea que así es, no; demuéstralo, demuéstralo con documentos y deja de copiar lo que ya está escrito, porque eso ya tuvo su momento, y si les copiamos a esas personas, estamos faltando al respeto.

La Mtra. María Luisa de Septién expuso el tema «Doña Paula Josefa de Guerrero y Dávila, esposa del Marqués de la Villa del Villar del Águila», al respecto hizo saber que; María Josefa Guerrero Dávila Moctezuma Fernández del Corral, nació en la Ciudad de México, México, donde sería bautizada el 31 de enero de 1687. Sus padres fueron José Mateo Guerrero-Dávila Estupiñán (1663-1709) y Lorenza Fernández del Corral Martínez de Castro (1687), casada el 9 de febrero de 1699 en la Ciudad de México con Juan Antonio Urrutia Arana; Marqués de la Villa del Villar del Águila (1670-1743), quien tuvo por padres a Domingo Urrutia Pérez de Inorriza (1642-1708) y Antonia Arana Chavarri (16726-1699).

Posteriormente, habló sobre la Relación Peregrina, documento que aborda sucesos relacionados con “tan peregrino y perenne beneficio”; en otras palabras, la introducción del agua corriente en la ciudad”. Cabe señalar que, conforme a lo relatado por la Relación, debido al apego del Marqués de la Villa del Villar del Águila con las monjas capuchinas, mandó construir una casa junto al convento para residir ahí, posteriormente, se daría cuenta de que las madres se encontraban necesitadas de agua, pese a que Querétaro tenía agua de sobra; sin embargo, ésta carecía de las mayores características que poseen las religiosas: pureza, limpieza y claridad. Derivado de lo anterior, inició la obra correspondiente el 15 de enero de 1726.

«Se dedica este monumento de gratitud a la muy ilustre Sra. Doña María Paula Guerrero Dávila, Marquesa de la Villa del Villar del Águila», cita la Relación Peregrina escrita por el jesuita Francisco Antonio Navarrete en 1739, y fue dedicada a la Marquesa Doña María Paula Josefa Guerrero y Dávila, conforme hizo saber Lara de Septién, quien refirió que también se especifica lo siguiente: «Y si de tan estimable peregrinación sacó esta ciudad las grandes ventajas de llamarle hoy con gran propiedad Ciudad de las Flores, por haber puesto en ella las plantas como Peregrina. Y si las personas ilustres son como los ríos, que cuanto más andan más se aumentan, o como el sol que cuanto más se aparta de la cuna de su oriente aumenta con más lúcidos rayos para beneficio del mundo la dorada madeja de sus resplandores. Fue para que esta ciudad lograse con la preferencia de sus benignos influjos, lo que dan los ríos como peregrinos que es el agua en abundancia para beber y lo que da el sol como cuando peregrino pasea por la tierra, que son flores, y frutos para vivir. Y así no es mucho que la preferencia de V.S., colmase de aguas, de flores y frutos esta ciudad, si las plantas de V.S., como peregrinas, produjeron raudales de agua, que con leguas cristalinas publican, que esta ciudad yace ya por beneficio de V.S. entre las demás ciudades de nuestra histórica el corriente título de peregrina… En fin, Señora, si a quien hace beneficio toca el esconderlo, y a quien recibe el publicarlo; esta racional máxima nos mueve a publicar por medio de esta relación los grandes beneficios que ha recibido esta ciudad y espera recibir de la liberal mano de V.S. y de su Ilmo., esposo el Sr. Marqués; que, aunque según el guarismo son dos, según el amor son uno… Por eso esta relación sale a la luz pública a la sombra de V.S., porque, aunque V.S., haga sombra y oculte el beneficio que nos hace, esa misma sombra nos servirá de esplendor para que así lo tenga esta relación, y salga como peregrina para pasear el mundo con tan ilustre sobra de lucimientos».

Por otra parte, el Mayorazgo Guerrero y Dávila fue fundado por Juan Guerrero y Beatriz Gómez Dávila el 24 de julio de 1589. La familia tenía una larga historia mexicana, en la capital era regidor el primogénito de los fundadores de Mayorazgo.

Al casarse Doña Paula, heredera del Mayorazgo, con el Marqués aportó un dote de $370,273.00 y dos reales, mientras el Marqués Juan Antonio disponía de un capital de unos $35,000.00.

Cuando llegó a México se hospedarse en casa de su tío Juan de Urrutia es posible que quedarse al frente de la casa cuando su tío muere. Al contraer nupcias quedan viviendo ahí en la Ciudad de México. Carentes de hijos adoptaron varios niños huérfanos, Mateo Cayetano que fue presbiterio y Marcela, Rita Micaela y Ana Gertrudis de apellido Urrutia y Guerrero.

El título de Marqués lo heredó su sobrino José Antonio Fernández de Jauregui y Urrutia, hijo de una hermana del Marqués, quien ha sido invitado a venir de España para ayudarle. En los apuntes secretos del Marqués, encontrados en el Archivo General de la Nación, manifiesta haber tenido algunos problemas familiares, entre ellos, que su esposa era de poca edad cuando se casó y dependía de su abuela. «A mi ver la marquesa cumple con confesar, comulgar y rezar mucho en las iglesias como si hacerlo en casa no sirviera, dar mucho con el título de limosna, sin prevenir que no puede hacerlo sin permiso del marido, mete en casa muchas beatas haraganas que comen en su mesa y una que otra se queda a dormir sin persuadirse que son las que difaman las casa”.

Por una cédula de Felipe V y una bula pontificia del Papa Clemente XI se logró la fundación del convento de San José de Gracia de Monjas capuchinas. Acompañadas por el Marqués de Valero, Don Baltazar de Zúñiga, Virrey de la Nueva España y el señor arzobispo de México. Dr. Fray José Lanciego y Eguilaz salieron de la Ciudad de México el 31 de julio de 1721. Llegaron a esta ciudad el 7 de agosto y bajaron de los coches cuando entrando al Convento de Santa Clara, fueron conducidas en solemne procesión el mismo día al nuevo convento en donde quedó como abadesa Sor Marcela y por Vicaria Sor Catalina, bajo la dirección y cuidado del Br. Don Felipe de las Casas, comisario del Santo Oficio y juez eclesiástico de esta ciudad y primer capellán de este convento. Sor Marcela murió el 31 de marzo de 1728.

Al saber las monjas que saldrían de la Ciudad de México, el Marqués junto con su esposa Doña Josefina Paula Guerrero y Dávila, las acompañaron desde la hacienda de la Goleta. Las razones que tenía para ello las escribió en sus Apuntes Secretos.

«Cuando las madres Capuchinas pasaron a fundar Querétaro me propuso la marquesa acompañarlas. Yo le propuse excusarnos, pero se valió de las mismas madres, especialmente de nuestra tía Sor Marcela, la abadesa que fue fundadora, quienes me llamaron y me pidieron que las acompañe. Volví a casa y dije a la marquesa que mirase las consecuencias que se iban a seguir, habían de ser muchas de grandes gastos, porque acompañar a las madres era constituirnos padres y amparadores de ellas. Dijo la marquesa que, si la marquesa de Altamira salía de aquí, a la Ciudad de México, con ellas, nosotros las esperaríamos en la Goleta, nuestra hacienda en donde se ofreció un recibimiento a la comitiva de las religiosas».

Continuó el viaje de las religiosas acompañadas de los marqueses. El convento que las religiosas habitaron en 1721 carecía de lo más indispensable, por lo que fue menester que su protector lo solventase. Como su esposa manifestó deseos de visitar todos los años a las monjas, por el amor que profesaba a nuestra tía Sor Marcela y a la parienta Sor Micalea, consideró el Marqués necesario comprar un terreno y edificar una casa en Querétaro, la que estuvo ubicada en la calle de San Antonio.

Una vez instaladas las monjas, se dieron cuenta que el agua con el que contaba la población no era para beber, pues carecía de las necesarias condiciones.

«Y para que cesase el daño se movió por mí, el que se necesitasen modos de obrar tan gran perjuicio y vicio en el agua, lo que acepto esa república de todos los estados gustosa, yo ofrecí mil pesos para ayuda de ello, con lo cual se consultó al virrey y le informé yo de todo y luego que vieron que iba de veras, le dijeron al virrey todos que había obrado siniestramente, faltando a la verdad, por lo que se dirigió contra mí, por lo que saqué la cara a defenderme y lo que empecé con fin de caridad se hizo tal que llegué a renunciar a la comisión. Lo que no admitió y en ello no volví a instar, porque habiéndolo parlado con la marquesa, me dijo que no renunciara, pues era causa de Dios y su había empezado lo continuara y lo estoy sabiendo por conocer el bien que de ello se sigue y porque personas buenas asentaron que no solo resultaría el bien de los cuerpos sino también de las almas».

Juan Antonio Urrutia una vez tomada la resolución de introducir el agua a Querétaro, puso manos a la obra en 1726. La portación de los marqueses ascendió a $82,987.00, de manera que el total de la obra fue de $124,791.00. La inauguración de la obra fue el viernes 17 de octubre de 1738.

En varias ocasiones cambiaron de residencia los marqueses y se tiene noticia de que vivieron en el Palacio de Córdoba de la Ciudad de México, casa en la que era costumbre que los virreyes fuesen invitados a presenciar la Procesión del Jueves de Corpus.

También habitaron la del Mayorazgo de Guerrero y Dávila en la calle de San Francisco y por último en la calle de San Felipe Neri, hoy República del Salvador núm 59, contiguo al Convento de frailes filipenses, dónde el Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana, murió el 29 de agosto de 1743. Se enterró en la Iglesia de Santo Domingo de la Ciudad de México.

El Dr. Edgardo Moreno Pérez, narró los «Ecos de la vida cotidiana: voces de la ciudad», para dar comienzo a su intervención citó palabras textuales de Juan Rulfo: «Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas sientes que te van pisando los pasos. Oyes [… voces ya muy desgastadas por el uso. Todo eso escuchas. Pienso que llegará el día en que esos sonidos se apaguen».

Posteriormente, habló sobre las voces del pueblo en el pregón callejero: ¡Canto y plegaría! Ese «hablar en voz alta» que se escuchaban por las calles de Querétaro ha tenido cambios y transformaciones a través de los años, algunas se perdieron por los avatares del tiempo y las transformaciones de las sociedades; otras persisten en las inercias de la posmodernidad a las que se le han agregado nuevas mercadotecnias.

Sobre los pregones callejeros, hizo notar que, de extremo a extremo de la ciudad, desde el barrio de la Cruz hasta la Calzada de Belén y Santa Ana. Desde la Otra Banda hasta la Alameda; se escuchaban los ecos y sonidos de los vendedores ambulantes. Los productos y los pregones eran diferentes en la mañana, tarde y noche, debido a la singularidad de las mercaderías.

También comentó sobre los personajes urbanos populares, como lo fue el señor de las gorditas de cuajada que dio origen a una leyenda. En este punto, comentó sobre los ropavejeros y tilicheros, personajes tenebrosos para los niños; toda vez que, las mamás de antaño amenazaban a los pequeños diablillos para que no hicieran travesuras ¡Te va a llevar el ropavejero!

En otras épocas -antes de la incipiente cultura de la salud y la nutrición-, sin la información sobre las consecuencias de la diabetes, sin importar caries y muelas picadas, nuestros abuelos se daban gusto con los dulces presentados en gran surtido de golosinas.

Otro espacio del comercio y pregones, era la Estación del Ferrocarril Nacional; ubicada desde hace más de un siglo en la Otra Banda.

En algunos barrios y colonias se ve pasar el carrito impulsado por el comerciante de plátanos y camotes. Un prolongado silbido y el grito: ¡camooooteeeees! En los tianguis todavía se escuchan pregones, que nos remiten a otros tiempos. «¡No te gusta, te lo cambio! ¡Pásele! ¡Pásele! Por acá está lo bueno; ¡Mire, mire! ¡es de novedad!, ¡Bara! ¡Bara!

Otras expresiones contemporáneas son los que ofrecen servicios o venta de diversos artículos.

Hizo la siguiente reflexión a manera de cierre ¡Atrás de la raya…! ¡Aquellas voces cantantes, las «mil voces» de nuestro pueblo se apagaron! Sin embargo, siguen en nuestra memoria colectiva, que nos refiere los usos y costumbres de los queretanos de ayer. nos ofrecen la posibilidad de visualizar en perspectiva las transformaciones y continuidades sociales de nuestra región.

Para cerrar la edición especial de aniversario, la Mtra. Aurora Zúñiga Sánchez, habló sobre la «Cultura popular de Querétaro», al respecto destacó que, estamos viviendo un deterioro muy grande sobre nuestra cultura. Posteriormente, hizo la descripción de varias imágenes que proyectó durante su intervención, en ellas, exhibía personas que ha conocido por muchos años.

La fiesta de San Miguel Tolimán que inicia en julio y termina en septiembre, las jarras que se ven en la imagen se utilizan para contener atole o chocolate.

Una carrera llevada a cabo en Pinal de Amoles, hacen las ollas para la carrera, es una tradición efectuada en enero.

La danza de las Pastoras de Santiago Mexquititlán que también está en riesgo.

Estas tostadas se nombran «de arriero», porque antiguamente los arrieros tenían que llevar cosas que no se les echaran a perder, siempre llevaban sus «tostadas de arriero» con sus frijoles en polvo, ya nada más les ponían el agua y ya.

La planta de los deditos y la escobetilla que casi no se utiliza, pero en las comunidades todavía la emplean para lavar.

Sellos de tortillas aún se usan en Corregidora y en Comonfort, Guanajuato. En estos lugares pintan el sello para impregnar la tortilla.

Doña Petrita, quien es jerarca y tejedora de palma, en las Nuevas Flores de Jalpan de Serra.

El ixtle es sustituido por el plástico, pero en Peña Miller aún lo trabajan.

En Progreso, señoras elaboran empanadas de xonostle.

Señora tuesta el maíz negro en Colón para los burritos, que elabora a base de piloncillo y maíz tostado.

Este señor de Amealco es el único que elabora los quexquemetles. El telar de cintura está en riesgo.

El monarca de Xilaco hace los capotes, antes eran de palma.

Estos panes se utilizan para el cambio de mayordomías, acostumbrados en Tolimán, Cadereyta y El Pueblito.

Para finalizar, Marcela Herbert Pesquera, hizo entrega de la respectiva constancia a cada ponente.

 

 

 

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