La Mtra. Irene Vallejo; Premio Nacional de Ensayo 2020, tomó parte en un conversatorio moderado por el periodista Héctor Abad, desde lugar que está de fiesta; Zaragoza, en donde hizo notar que su obra, en general, nace quizá de una rebelión, porque durante sus años de estudio, escuchó cuestionamientos sobre para qué sirve estudiar latín y griego, si son lenguas muertas, perdidas, lejanas; y que para muchos, parecen no tener que decir. Derivado de ello, nació la columna que escribe semanalmente, salió como respuesta a ese desafío, y la actualidad más candente con el mundo clásico, etimologías, personajes míticos, escritores, conceptos políticos, ejemplos, por semejanza o posición. La literata hizo notar que, entendemos el mundo que vivimos y contemplamos como un amplio paisaje histórico, reiteró que su columna constituyó su contestación a críticas, ataques y oposición que parecen despertar las humanidades, que no parecen suficientemente sutiles; pero, para ella son lo mejor para la comprensión, y siguen vigentes en series, canciones, publicidad, arquitectura, etc., aunque los clásicos no son reconocidos, se exhiben como fantasmas benignos que nos enriquecen la mirada y amplían horizontes.
Probablemente el libro más leído en España durante la pandemia, habla sobre la invención de lectura y libros, fue escrito con bajas expectativas, estaba convencida que era el menos comercial y más minoritario de sus obras, lo hizo como una terapia para si misma que atravesaba una situación personal difícil, las horas que dedicaba a dicha labor era como estar en su hora de recreo dentro de un jardín propio, pensaba que por las complicaciones podría ser su último libro y esperaba que fuera como un canto que la literatura le había dado, y dar lugar a través de sus personajes, un buen acto de acción de gracias y una despedida cariñosa, por lo recibido durante los años de estudio, especialización, lecturas, fascinación y deslumbramiento. Hasta ese entonces, su libro más reconocido sólo era entendido como algo pequeño, una última oportunidad, y quería reunir lo radiante de los libros para transmitir, dejar esperanza y luz, antes de salir por la puerta trasera.
Para la Mtra. Vallejo, nunca se sabe que depara la vida, tuvo un niño que nació con severos problemas respiratorios, cuando le dieron el alta, necesitaba rehabilitación, y sólo veía otras madre. El libro «El infinito en un junco», hacía hincapié en el intento de reservar un espacio de reencontrarse con lo que más amor en la vida da, que son palabras, la literatura; y, se demoraba en la idea de que si no vería otro libro, pues resultaba imperioso prolongar el actual, lo más posible y atrasar ciertas decisiones, en esta obra literaria buscó refugio, pero ha transformado totalmente su vida, también las de sus editores y entorno, es como si «El infinito en un junco» hubiera sido una plegaria y la plegaria algún dios pagano o cristiano que, le ha concedido una inconmensurable oportunidad.
El nacimiento de la escritura es un prodigio que permanece todavía, como un misterio del que vamos encontrando hitos y piezas para imaginar el rompecabezas, el cuento del escritor británico; Joseph Rudyard Kipling, se imagina la realidad para intentar plasmarla, luego hay un hallazgo enorme durante el cual, los humanos se dieron cuenta que simplificar la realidad era dejar de dibujar las cosas, para dar principio al dibujo de sonidos. Cuando dejamos de dibujar el cuadro del mundo y dibujamos la partitura, la escritura se vuelve flexible, útil y asequible para la mayoría, y se percibe un salto a la democratización del saber. Es un momento maravilloso de la aventura, la expansión, tanto de libros como de la lectura, el abrir puertas de las obras literarias a prácticamente toda la población, como relato es una andanza milenaria fascinante.
Irene Vallejo considera que el pasado siempre regresa y fertiliza el presente, si no tuviéramos libros ni escritura, sería sumamente complicado, ya que sin esa posibilidad de memoria, deberíamos rehacer todo avance y hallazgo, y así, cada época recoge un viaje previo de conocimiento, relato y poesía, ya no se eleva el edificio desde el inicio, hay un camino basado en lo hecho y sentido por antepasados. En el libro está la lucha contra el olvido, los diques puestos son impenetrables contra inundaciones y tsunamis del tiempo, se ha conseguido algo tan difícil y extraño para conservar las palabras, así se combaten el olvido y la destrucción, conceptos sinónimos de la muerte. Estamos tan acostumbrados a los libros como objetos cotidianos que carecemos del asombro, pero cada libro es un logro, algunos nos permiten escuchar las voces de los muertos que se convierten en un gran sortilegio.
Le gusta la lengua materna, porque la madre funge como depositaria de las palabras, le gustó homenajear la oralidad, predecesora del alfabeto y la escritura, por mucho tiempo se transfirió el saber, pero, cuando se inventó la escritura y se convirtió en tecnología poderosa, quedó en manos de hombres, quienes aprendieron a leer y escribir, custodiando el cerco del saber oficial, política, gobierno y autoridad, mientras las mujeres quedaron en el territorio de la oralidad, contando sus historias, memorias familiares, relatándolas de madres a hijas, con todo su legado de historias del otro lado de la barrera, sin entrar en la zona principal del canon y la historia, pero seguían vivificando la palabra con un diálogo más sutil y oculto. Vallejo ha buscado las alusiones a ese mundo oral sumergido para rescatarlo y hacer un canto, trae al presente cuando su madre le narraba un cuento durante su niñez, y se afana en remontarse a toda la cadena de relatos de mujeres contando cuentos, ya sea en la noche, o en la tarde cuando cae la luz; y, el calor es el de las palabras. El tributo a todas ellas por hacer posible algo más complicado y tremendamente importante, porque fluye en el cause principal, así los escritores logran reintegrarlo, permítase ser redundante, en la forma escrita. En «El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo», no olvida toda esa riqueza oral y evita juzgar menor a un analfabeta, porque puede tener toda la capacidad de la seducción en el relato y la palabra, intenta mantener el tributo no sólo a la metáfora, también al léxico del vestir y al tejido impulsado a nuestros textos, que remonta a esas mujeres del mundo antiguo con sus telares, sus tareas encomendadas en el hogar donde estaban encerradas, un homenaje etimológico a esas mujeres tejedoras de cuentos.
Lleva doce años de hacer una columna semanal, para ello, toma notas de asociaciones entre presente y pasado, las recupera, tiene su pequeño archivo de conexiones de vínculos que le divierten en la medida que desconciertan, porque los antiguos conocieron formas de ser asociadas al mundo contemporáneo, y parece que nosotros las inauguramos. Analiza el fenómeno fan que parece nacer con Elvis y Beatles, pero el primero en correr peligros para encontrarse con su ídolo, fue un gaditano en el Siglo I, anhelaba ver en Roma a Tito Libio, un grandísimo escritor, en fin, el fan se trasladó con todo su empecinamiento, como toda una «grupie», pero al ver a Libio, se quedó estupefacto sin saber qué hacer, no se atrevió siquiera a saludarlo; y, regresó a España sin haberle dirigido la palabra. Por tal motivo, la experta en letras, considera estos sucesos como fenómenos aparentemente de la actualidad, con un eco antiguo. No obstante, se divierte encontrando túneles que permiten reconocernos y nos acentúan el deber ser humildes porque no somos tan originales como suponemos; y, ya estamos muy acompañados por autores del pasado, con todo lo que nos alimenta los sueños, tenemos todas esas voces cercanas dispuestas a susurrarnos al oído y calmarnos en momentos tan complicados; incluso, como los vividos actualmente.